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Acta Francisci Pp. 525
EPISTULA
Ad Eminentissimum Dominum Marcum Armandum Cardinalem S.R.E. Ouellet, Praesidem Pontificiae Commissionis pro America Latina.
Eminencia: Al finalizar el encuentro de la Comisión para América Latina
y el Caribe tuve la oportunidad de encontrarme con todos los participan-
tes de la asamblea donde se intercambiaron ideas e impresiones sobre la
participación pública del laicado en la vida de nuestros pueblos.
Quisiera recoger lo compartido en esa instancia y continuar por este
medio la reflexión vivida en esos días para que el espíritu de discernimiento
y reflexión "no caiga en saco roto"; nos ayude y siga estimulando a servir
mejor al Santo Pueblo fiel de Dios.
Precisamente es desde esta imagen, desde donde me gustaría partir
para nuestra reflexión sobre la actividad pública de los laicos en nuestro
contexto latinoamericano. Evocar al Santo Pueblo fiel de Dios, es evocar el
horizonte al que estamos invitados a mirar y desde donde reflexionar. El
Santo Pueblo fiel de Dios es al que como pastores estamos continuamente
invitados a mirar, proteger, acompañar, sostener y servir. Un padre no
se entiende a sí mismo sin sus hijos. Puede ser un muy buen trabajador,
profesional, esposo, amigo pero lo que lo hace padre tiene rostro: son sus
hijos. Lo mismo sucede con nosotros, somos pastores. Un pastor no se con-
cibe sin un rebaño al que está llamado a servir. El pastor, es pastor de un
pueblo, y al pueblo se lo sirve desde dentro. Muchas veces se va adelante
marcando el camino, otras detrás para que ninguno quede rezagado, y no
pocas veces se está en el medio para sentir bien el palpitar de la gente.
Mirar al Santo Pueblo fiel de Dios y sentirnos parte integrante del mismo
nos posiciona en la vida y, por lo tanto, en los temas que tratamos de una
manera diferente. Esto nos ayuda a no caer en reflexiones que pueden, en sí
mismas, ser muy buenas pero que terminan funcionalizando la vida de nues-
tra gente, o teorizando tanto que la especulación termina matando la acción.
Mirar continuamente al Pueblo de Dios nos salva de ciertos nominalismos
declaracionistas (slogans) que son bellas frases pero no logran sostener la vida
de nuestras comunidades. Por ejemplo, recuerdo ahora la famosa expresión:
"es la hora de los laicos" pero pareciera que el reloj se ha parado.