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et constantia perseveravit, ut omni ope ac studio in proximum spem instillaret,
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Conservo un grato recuerdo de mi estancia en Aparecida, cuando vivimos
una experiencia de intensa comunión eclesial, con el único deseo de acoger el
Evangelio con humildad y sembrarlo generosamente. El tema escogido -
Discı́pulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan
vida - continúa orientando los esfuerzos de los miembros de la Iglesia en
aquellas amadas Naciones.
Cuando presenté un balance de mi viaje apostólico a Brasil ante los
miembros de la Curia Romana, me preguntaba: « ¿Hizo bien Aparecida, bu-
scando la vida para el mundo, en dar prioridad al discipulado de Jesucristo y
a la evangelización? ¿Era una retirada equivocada hacia la interioridad? ». A
ello respondı́a con toda certeza: «No. Aparecida decidió lo correcto, precisa-
mente porque mediante el nuevo encuentro con Jesucristo y su Evangelio, y
sólo ası́, se suscitan las fuerzas que nos capacitan para dar la respuesta
adecuada a los desafı́os de nuestro tiempo ».2 Sigue siendo fundamental ese
encuentro personal con el Señor, alimentado por la escucha de su Palabra y la
participación en la Eucaristı́a, ası́ como la necesidad de transmitir con gran
entusiasmo nuestra propia experiencia de Cristo.
Los Obispos, sucesores de los Apóstoles, somos los primeros que hemos de
mantener siempre viva la llamada gratuita y amorosa del Señor, como la que
Él hizo a los primeros discı́pulos.3 Como ellos, también nosotros hemos sido
elegidos para « estar con Él »,4 acoger su Palabra y recibir su fuerza, y vivir ası́
como Él, anunciando a todas las gentes la Buena Nueva del Reino de Dios.
Para todos nosotros, el seminario fue un tiempo decisivo de discernimien-
to y preparación. Allı́, en diálogo profundo con Cristo, se fue fortaleciendo
nuestro deseo de enraizarnos hondamente en Él. En aquellos años, aprendi-
mos a sentirnos en la Iglesia como en nuestra propia casa, acompañados de
Marı́a, la Madre de Jesús y amantı́sima Madre nuestra, obediente siempre a la
voluntad de Dios. Por eso me complace que esta Asamblea Plenaria haya
dedicado su atención a la situación actual de los Seminarios en Latinoamérica.
Para lograr presbı́teros según el corazón de Cristo, se ha de poner la
confianza en la acción del Espı́ritu Santo, más que en estrategias y cálculos
humanos, y pedir con gran fe al Señor, «Dueño de la mies », que envı́e nume-
2 Discurso a la Curia romana, 21 diciembre 2007. 3 Cfr Mc 1, 16-20. 4 Cfr Mc 3, 14.