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Acta Francisci Pp. 775
3. Tercero. Por último quisiera que pensemos juntos algunas tareas
importantes para este momento histórico, porque queremos un cambio posi-
tivo para el bien de todos nuestros hermanos y hermanas. Eso lo sabemos.
Queremos un cambio que se enriquezca con el trabajo mancomunado de los
gobiernos, los movimientos populares y otras fuerzas sociales. Eso también
lo sabemos. Pero no es tan fácil definir el contenido del cambio -podría
decirse-, el programa social que refleje este proyecto de fraternidad y
justicia que esperamos; no es fácil de definirlo. En ese sentido, no espe-
ren de este Papa una receta. Ni el Papa ni la Iglesia tienen el monopolio
de la interpretación de la realidad social ni la propuesta de soluciones a
problemas contemporáneos. Me atrevería a decir que no existe una receta.
La historia la construyen las generaciones que se suceden en el marco de
pueblos que marchan buscando su propio camino y respetando los valores
que Dios puso en el corazón.
Quisiera, sin embargo, proponer tres grandes tareas que requieren el
decisivo aporte del conjunto de los movimientos populares.
3.1. La primera tarea es poner la economía al servicio de los pueblos:
Los seres humanos y la naturaleza no deben estar al servicio del dinero.
Digamos « NO » a una economía de exclusión e inequidad donde el dinero
reina en lugar de servir. Esa economía mata. Esa economía excluye. Esa
economía destruye la madre tierra.
La economía no debería ser un mecanismo de acumulación sino la ade-
cuada administración de la casa común. Eso implica cuidar celosamente
la casa y distribuir adecuadamente los bienes entre todos. Su objeto no
es únicamente asegurar la comida o un « decoroso sustento ». Ni siquiera,
aunque ya sería un gran paso, garantizar el acceso a las « tres T » por las
que ustedes luchan. Una economía verdaderamente comunitaria, podría
decir, una economía de inspiración cristiana, debe garantizar a los pueblos
dignidad, « prosperidad sin exceptuar bien alguno ».1 Esta última frase la dijo
el Papa Juan XXIII hace cincuenta años. Jesús dice en el Evangelio que,
aquel que le dé espontáneamente un vaso de agua al que tiene sed, le será
tenido en cuenta en el Reino de los cielos. Esto implica las « tres T », pero
1 Juan XXIII, Enc. Mater et Magistra [15 mayo 1961], 3: AAS 53 [1961], 402.