ACTA APOSTOLICAE SEDIS

 1000 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Acta Francisci Pp. 1001

 1002 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Acta Francisci Pp. 1003

 1004 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Acta Francisci Pp. 1005

 1006 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Acta Francisci Pp. 1007

 1008 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Acta Francisci Pp. 1009

 1010 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Acta Francisci Pp. 1011

 1012 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Acta Francisci Pp. 1013

 1014 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Acta Francisci Pp. 1015

 1016 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Acta Francisci Pp. 1017

 1018 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Acta Francisci Pp. 1019

 1020 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Acta Francisci Pp. 1021

 1022 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Acta Francisci Pp. 1023

 1024 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Acta Francisci Pp. 1025

 1026 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Acta Francisci Pp. 1027

 1028 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Acta Francisci Pp. 1029

 1030 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Acta Francisci Pp. 1031

 1032 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Acta Francisci Pp. 1033

 1034 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Acta Francisci Pp. 1035

 1036 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Acta Francisci Pp. 1037

 1038 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Acta Francisci Pp. 1039

 1040 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Acta Francisci Pp. 1041

 1042 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Acta Francisci Pp. 1043

 1044 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Acta Francisci Pp. 1045

 1046 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Acta Francisci Pp. 1047

 1048 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Acta Francisci Pp. 1049

 1050 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Acta Francisci Pp. 1051

 1052 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Acta Francisci Pp. 1053

 1054 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Acta Francisci Pp. 1055

 1056 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Acta Francisci Pp. 1057

 1058 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Acta Francisci Pp. 1059

 1060 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Acta Francisci Pp. 1061

 1062 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Acta Francisci Pp. 1063

 1064 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Acta Francisci Pp. 1065

 1066 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Acta Francisci Pp. 1067

 1068 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Acta Francisci Pp. 1069

 1070 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Acta Francisci Pp. 1071

 1072 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Acta Francisci Pp. 1073

 1074 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Congregatio pro Ecclesiis Orientalibus 1075

 1076 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Congregatio pro Ecclesiis Orientalibus 1077

 1078 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Congregatio pro Ecclesiis Orientalibus 1079

 1080 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Congregatio pro Ecclesiis Orientalibus 1081

 1082 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Congregatio de Causis Sanctorum 1083

 1084 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Congregatio de Causis Sanctorum 1085

 1086 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Congregatio de Causis Sanctorum 1087

 1088 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Congregatio pro Episcopis 1089

 1090 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Diarium Romanae Curiae 1091

 1092 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

 Diarium Romanae Curiae 1093

 1094 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale

Acta Francisci Pp. 1043

el odio y la locura, han sido obligados a ser testigos de la destrucción de

sus lugares de culto, de su patrimonio cultural y religioso, de sus casas y

haberes y han sido puestos en la disyuntiva de huir o de pagar su adhesión

al bien y a la paz con la propia vida o con la esclavitud.

Estas realidades deben constituir un serio llamado a un examen de

conciencia de los que están a cargo de la conducción de los asuntos inter-

nacionales. No solo en los casos de persecución religiosa o cultural, sino en

cada situación de conflicto, como Ucrania, Siria, Irak, en Libia, en Sudán

del Sur y en la región de los Grandes Lagos, hay rostros concretos antes

que intereses de parte, por legítimos que sean. En las guerras y conflictos

hay seres humanos singulares, hermanos y hermanas nuestros, hombres y

mujeres, jóvenes y ancianos, niños y niñas, que lloran, sufren y mueren.

Seres humanos que se convierten en material de descarte cuando la actividad

consiste sólo en enumerar problemas, estrategias y discusiones.

Como pedía al Secretario General de las Naciones Unidas en mi carta

del 9 de agosto de 2014, « la más elemental comprensión de la dignidad

humana [obliga] a la comunidad internacional, en particular a través de

las normas y los mecanismos del derecho internacional, a hacer todo lo

posible para detener y prevenir ulteriores violencias sistemáticas contra las

minorías étnicas y religiosas » y para proteger a las poblaciones inocentes.

En esta misma línea quisiera hacer mención a otro tipo de conflictivi-

dad no siempre tan explicitada pero que silenciosamente viene cobrando

la muerte de millones de personas. Otra clase de guerra que viven muchas

de nuestras sociedades con el fenómeno del narcotráfico. Una guerra « asu-

mida » y pobremente combatida. El narcotráfico por su propia dinámica va

acompañado de la trata de personas, del lavado de activos, del tráfico de

armas, de la explotación infantil y de otras formas de corrupción. Corrupción

que ha penetrado los distintos niveles de la vida social, política, militar,

artística y religiosa, generando, en muchos casos, una estructura paralela

que pone en riesgo la credibilidad de nuestras instituciones.

Comencé esta intervención recordando las visitas de mis predecesores.

Quisiera ahora que mis palabras fueran especialmente como una continua-

ción de las palabras finales del discurso de Pablo VI, pronunciado hace casi

exactamente 50 años, pero de valor perenne, cito: « Ha llegado la hora en

que se impone una pausa, un momento de recogimiento, de reflexión, casi

de oración: volver a pensar en nuestro común origen, en nuestra historia,